Gildardo Padilla y sus seis hermanos, sobrevivientes de la persecución de los paramilitares, son herederos de dos fincas ubicadas en San Pedro de Urabá y el Urabá chocoano, pero a esa tierra no pueden volver si quieren seguir con vida. Eso asegura Gildardo desde su casa en Valencia, Córdoba, en donde sobrevive trabajando como mototaxi y sembrando yuca y papaya en una parcela arrendada.
Los Padilla fueron perseguidos entre 1994 y 1997 por las Autodefensas Unidas de Colombia. Once miembros de la familia fueron asesinados en San Pedro (Antioquia) y San Pelayo (Córdoba), y todos sus restos fueron enterrados por Gildardo en el cementerio de Valencia. La persecución fue ordenada por los paramilitares. Salvatore Mancuso fue condenado a 40 años de cárcel por los homicidios. Curiosamente los hechos se desencadenaron porque un vecino de los Padilla, Luis Felipe Vertel Urango, los acusó de haber corrido la cerca.
Los Padilla fueron perseguidos entre 1994 y 1997 por las Autodefensas Unidas de Colombia. Once miembros de la familia fueron asesinados en San Pedro (Antioquia) y San Pelayo (Córdoba), y todos sus restos fueron enterrados por Gildardo en el cementerio de Valencia. La persecución fue ordenada por los paramilitares. Salvatore Mancuso fue condenado a 40 años de cárcel por los homicidios. Curiosamente los hechos se desencadenaron porque un vecino de los Padilla, Luis Felipe Vertel Urango, los acusó de haber corrido la cerca.
En enero de este año conocieron las posibilidades de la restitución de tierras, a raíz de la nueva Ley de Víctimas, y volvieron a reunirse. "¿Nos arriesgamos a solicitar la tierra?" fue la pregunta que los Padilla pusieron sobre la mesa.
La respuesta se materializó hace pocos meses, cuando Gildardo fue comisionado por los hermanos para que averiguara qué debían hacer.
La respuesta se materializó hace pocos meses, cuando Gildardo fue comisionado por los hermanos para que averiguara qué debían hacer.
Se trasladó a la oficina de la Unidad de Restitución de Tierras en Montería, pero no lo convencieron de iniciar el proceso porque no hay garantías de seguridad para él y su familia.
No tardó en salir de las oficinas, cuando le hicieron llegar el mensaje: "Dejen eso quieto". Desde entonces los Padilla volvieron a sentir miedo. "No podemos creer en esa buena idea del Gobierno, no es posible", asegura Gildardo.
No tardó en salir de las oficinas, cuando le hicieron llegar el mensaje: "Dejen eso quieto". Desde entonces los Padilla volvieron a sentir miedo. "No podemos creer en esa buena idea del Gobierno, no es posible", asegura Gildardo.
EL MERIDIANO de Córdoba fue hasta la finca Las Gardenias, en límites entre Valencia y San Pedro de Urabá, pero los que aparentemente viven en la propiedad se negaron a dar información alguna.
Dijeron que no conocían al patrón y que ellos solo la estaban cuidando. “Jamás hemos escuchado de esos Padilla que usted menciona”, dijo un hombre mal encarado, que prohibió tomar fotografías. “Les pido que se retiren porque esto es propiedad privada”, insistió el hombre.
Gildardo Padilla y sus hermanos la tienen clara: “La restitución es un cuento chino, y así lo será mientras los malos anden sueltos”. , concluye.